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Conoce la prostitución sagrada

La prostitución es vista en nuestra época como un trabajo indigno, poco recomendable, pecaminoso e incluso peligroso, tanto para las chicas como para los clientes. Aquellos que venden su cuerpo por dinero no son bien considerados en prácticamente ninguna cultura actual. De hecho, la prostitución está totalmente ilegalizada en muchos países del mundo, y en otros, como el nuestro, este negocio permanece en una especie de limbo legal. Eso sí, la visión que se tiene sobre las prostitutas y su trabajo sigue siendo peyorativa. Son mujeres de mala vida, que se entregan con cualquiera que pueda pagar sus servicios. Mujeres que no han sabido encauzar su vida hacia un trabajo digno, o que vienen de otros países con la única salvación de convertirse en amantes profesionales para sobrevivir. Esta visión, que parece hoy incuestionable salvo por algunas voces que se están levantando a favor de estas mujeres, no siempre fue así. De hecho, en el pasado, en muchas culturas existieron prostitutas que eran consideradas sagradas.

Este término te sorprenda porque, para nosotros, que hemos crecido en el seno de catolicismo, la prostitución no tiene nada de sagrado, sino todo lo contrario. Las religiones monoteístas “modernas” siempre han satanizado el sexo, convirtiéndolo en pecado, en algo desagradable si es solo para encontrar el placer, o como en este caso, para ganar dinero. Pero esto no fue siempre así. De hecho, en las religiones más antiguas, aquellas surgidas en Oriente Medio, existían deidades relacionadas con la fertilidad y la feminidad, como Ishtar, una diosa sumeria que tenía templos en todo su territorio. En ellos, muchas mujeres se dedicaban a rendirle culto, como sacerdotisas. Lo curioso del caso es que, como parte de los rituales para pedir la bendición de la diosa, estas mujeres tenían relaciones sexuales con los hombres que acudían al templo. De una manera muy ritual, eso sí, y con mucha parafernalia, sin que el placer fuera el objetivo último de aquel encuentro. Pero había sexo, en un templo, y se consideraba algo hermoso e incluso beneficioso para conseguir que la deidad en cuestión hiciera caso a las plegarias.

Qué era la prostitución sagrada

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La prostitución sagrada era una actividad habitual en antiguas religiones y culturas, desde Mesopotamia a Grecia e incluso Roma, en los primeros años del Imperio. Las mujeres y hombres que trabajaban como sacerdotes en determinados templos, rindiendo culto a las diosas del amor y la fertilidad, habitualmente femeninas, se entregaban al placer con aquellos que acudían a aquellos lugares sagrados a rezar y a rendir tributo a dicha diosa. Era habitual visitar el templo para pedir por la salud de la familia o por una buena cosecha. Aparte del propio rezo, los visitantes luego debían entregarse en una relación sexual ritual con aquellas sacerdotisas y sacerdotes que rendían culto a la diosa en cuestión. Al terminar, dejaban un tributo, ya fuese dinerario o en forma de objetos de valor o comida. Por eso se considera que aquellas sacerdotisas eran “prostitutas”, ya que recibían un pago por tener relaciones sexuales, aunque el término siempre ha generado mucha polémica.

Qué conllevaba

Y es que hoy en día entendemos como prostituta a aquella mujer que se entrega al sexo por dinero, a todo el que la pueda pagar. La misión de esa amante profesional es satisfacer los placeres y deseos sexuales de sus clientes. El trabajo está, hoy por hoy, despojado de todo tipo de connotación religiosa. También lo estaba en aquellos tiempos, en cierto sector de la población femenina, que se dedicaba a la prostitución de una manera mucho más similar a como la entendemos hoy en día. Sin embargo, las prostitutas sagradas, aquellas que vivían en el templo y llevaban a cabo sus servicios como parte de los rituales de culto a la diosa, eran bien consideradas entre la población. Su trabajo no era visto como algo pernicioso ni obsceno, todo lo contrario. El componente religioso acercaba lo sexual a lo divino y convertía estos encuentros en experiencias trascendentes. Tras llevar a cabo esas relaciones, las prostitutas recibían un pago, pero no por el sexo en sí, sino como parte del tributo a la diosa. De hecho, buena parte de ese pago se quedaba en el templo.

Prostitución sagrada según el territorio

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Este concepto puede parecernos una locura a nuestros ojos, habiendo cambiado tanto las cosas en estos siglos. Ha sido la religión, precisamente, la que ha impuesto una mirada peyorativa en todo lo que tiene que ver con el sexo, y lo ha alejado de lo divino. Al contrario que en aquellos tiempos, hoy en día lo sexual es algo sucio, obsceno, que no tiene nada que ver con la divinidad. La desaparición de las religiones politeístas y su cambio por las monoteístas, donde la figura del dios (en masculino) se imponía por encima del resto, hizo que desaparecieran estos cultos. En su momento, se habían extendido por buena parte de Asia y el Sur de Europa. De hecho, se habla incluso de que pudieron llegar a la India o Japón, lugares con un sincretismo religioso muy diferente al que nosotros hemos heredado. Los primeros vestigios de prostitución sagrada se encuentran en los sumerios, dentro de la epopeya de Gilgamesh, el primer relato de ficción del que se tiene constancia.

En aquella zona de Oriente Medio se llevaban a cabo rituales de este tipo en templos dedicados a las principales deidades femeninas, como ocurría en Babilonia con Ishtar. Persas y fenicios también siguieron esta costumbre, aunque no hay tanta información sobre ellos. En la Grecia Clásica, el concepto de prostitución sagrada se adaptó a las deidades de la zona, siendo Afrodita la diosa favorita para rendir su culto con estas prácticas. De hecho, se cuenta que las prostitutas sagradas en Grecia podían elegir a los hombres con los que tener relaciones, y no estaban ni mucho menos obligadas a hacerlo de forma forzosa. En Roma, la costumbre siguió, aunque con menos fuerza, en algunos lugares como Sicilia. La celebración de fiestas sexuales durante el mes de abril seguía vinculando la prostitución, el sexo y el culto a las divinidades.

Figuras destacadas

A lo largo de los siglos, la prostitución sagrada pasó por diferentes territorios y culturas. En Grecia, por ejemplo, se llamaba hieródulas a las sacerdotisas que llevaban a cabo este tipo de servicios en los templos. Muchas de estas mujeres eran escogidas entre las más bellas de todas las ciudades, y eran incluso enviadas por sus familias, desde una edad temprana, para convertirse en sacerdotisas de esos ritos. En Roma, cuando la prostitución sagrada comienza a decaer junto a la visión peyorativa de la propia prostitución, todavía se dan casos de algunas mujeres importantes que lograron destacar gracias a este trabajo. Hay que entender que, para aquellas culturas, el sexo no se entendía simplemente como placer, sino como culto divino, como una parte importante de nuestras plegarias a esos dioses, que se canalizaban a través de los servicios de estas prostitutas sagradas. Era solo una parte del ritual, no la única, pero ha llegado hasta nuestros días por el sorprendente contraste que provoca con nuestra visión actual.